18/3/12

celia.

A veces me daban ganas de abrazarla pero me contenía apretando la tapa del libro hasta que los nudillos se volvían morados del esfuerzo. Hubiese sido tan extraño tomarla entre mis brazos después de todo lo ocurrido, que hasta yo mismo me hubiese golpeado en una de esas veces en las que mis dedos se encontraba a escasos centímetros de sus muslos.
Hacía tanto tiempo ya que no acariciaba sus carnes prietas, comía sus labios o le hacía el amor que había olvidado su olor embriagador inundando todo mi cuerpo o el sabor de su saliva mezclada con la mía en el paladar. Ahora, todos esos detalles habían quedado reducidos a ese rastro de perfume artificial que dejaba cosido en cada rincón de esa casa antes de marcharse al trabajo.
Suspiré derrotado ante mis atormentados pensamientos y observé como se volvía a acomodar sobre el colchón. Esta vez en posición fetal. Igual que un ovillo entre sábanas de seda; igual que una niña inofensiva que sólo busca protección. Protección que en todos estos años de vida en común nunca había sido capaz de proporcionarle.

De repente abrió los ojos y se estiró como un gato en un tejado. Azorado y con el corazón en un puño, volví a bajar la mirada al libro que descansaba sobre mi regazo sin ver nada, pero sintiendo su mirada suspicaz fija en mi cuerpo. El amanecer me había vuelto a sorprender al igual que ella con la guardia baja.

 - ¿Hoy tampoco has podido dormir? -, preguntó con voz adormilada pero con ese matiz áspero que sólo reservaba para mí.
 Levanté el rostro y la observé por encima de las gafas de leer.
- El sueño me ha vuelto a abandonar.
- No ha sido lo único -, dijo sonriendo con tristeza.
Fruncí el ceño y tragué mis palabras ante su mal intencionado comentario.
-No tienes por qué dormir en esta cama si lo deseas. Sabes que el cuarto de invitados está libre.
Un peso espantoso se instaló sobre mi estómago. Ya había pensado en esa posibilidad pero había intentado borrarla de mi mente. Compartir proximidad con ella en esa habitación era lo único que conservaba de mi matrimonio.
- Así será, entonces -, contesté simplemente, obteniendo el sonido del agua de la ducha al correr como respuesta.

6 comentarios:

  1. ouch, para qué recordar el cuarto de invitados? abrazo grande!

    ResponderEliminar
  2. acabo de descubrir tu pequeño Tiffany's y me encanta! me ha gustado mucho este texto, me has transmitido esa pena y necesidad de él, me gusta mucho tu forma de escribir y tu blog, veo que también te gusta Audrey, yo la adoro! Te sigo!
    yo también tengo un blog, te dejo el enlace por si quieres pasarte y estaré pendiente de tus entradas! =)

    http://lauraescobarblog.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar
  3. ¡Hola, María! Nos conocimos en twitter, de donde me fui hace unas pocas semanas. No tenía ni idea de que escribías, qué calladito lo tenías.

    Me gusta mucho este relato, el modo en que describes y/o dejas adivinar los estados de ánimo de cada uno. Y también el que sea un pequeño trozo de vida que has capturado, que empieza y acaba antes de que lo haga el propio relato.

    Veo que tienen ya tiempo y no volviste a escribir. ¡Ojalá lo hagas de nuevo! Me encantaría saber por dónde andan Celia y este chico dos años después. A ver si no me lo pierdo, para el caso de que vuelvas. Me pasaré de vez en cuando.

    Un abrazo. Juan Pablo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Juán Pablo, no sabes la alegría que me da saber de ti después de tanto tiempo. Espero que vaya todo bien :)

      Escribo sí, pero como una afición que tengo muy abandonada y quiero recuperar en algunos ratitos libres. Me gusta pero no soy nada profesional ;) Ojalá poder estar en contacto al menos.por aquí. Muchos besos!

      Eliminar
    2. ¡Que la recupere, que la recupere! La afición, digo.

      Sí, sí, encantado de coincidir aquí. Busqué un correo del blog para saludarte cuando llegué a él, pero no he visto...

      Eliminar

Desayunos glamourosos:

Diamantes en Tiffany's: