23/6/10

monstruos.

No entendía porqué debía dar explicaciones de sus sentimientos o emociones. Nunca había sentido deseos de airear los secretos más inconfesables de su espíritu y ahora con él de nuevo entre su brazos mucho menos. Ella le quería. Él quizás no tanto, pero era feliz creyéndose víctima de un amor que se anidaba en su corazón y que se deslizaba por su garganta hasta llegar a la cárcel de sus labios. Lugar dónde inevitablemente terminaba muriendo de desesperanza o la mayoría de la veces de miedo.

Curiosa palabra es el miedo y lo que se atreve arrastrar consigo. Que más hubiese querido ella sentir terror por los monstruos horribles que se agolpaban en su armario cuando aún era una niña con las rodillas encostradas y la cabecita a rebosar de pájaros de colores. Sin embargo en plena juventud ya no existía ningún demonio adicto a sus tirabuzones de muñeca sino un verdugo con nombre de mujer que la ahogaba y la sometía a sus órdenes revestidas de veneno. Ese mismo hecho era el que de verdad le producía ganas de vomitar todo el dolor que tenía dentro: saber que los monstruos de los cuentos no existen, que los verdugos sólo somos nosotros mismos y que el único demonio cruel y traicionero que nos arrastra al infierno es la vida.

5 comentarios:

  1. Muy buena historia.
    Es muy triste saber la verdad y alejarnos de ese mundo de fantasía en el que un fantasma o un vampiro es el ser más escalofriante.

    ¡Un beso!

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  2. a mi también me entraron ganas de vomitar cuando descubrí la realidad.
    Que gran texto :)

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  3. cuántos escalofríos! impresionante historia.
    muás

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  4. "saber que los monstruos de los cuentos no existen, que los verdugos sólo somos nosotros mismos y que el único demonio cruel y traicionero, que nos arrastra al infierno, es la vida"

    Esto me ha movido más de lo que crees. Que te puedo decir. Profundo y real. Muchos besos

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